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domingo, 29 de agosto de 2010

La esteatohepatitis no alcohólica puede llegar a destruir las células hepáticas


Era la sede del amor y sus delirios para los antiguos semitas y otros pobladores de tiempos remotos que conjugaban sus pasiones con “el hígado al rojo vivo”. Era el domicilio del alma para los héroes de los poemas homéricos, y la residencia del espíritu natural (pneuma) para el médico griego Galeno (130 d.C), entidad que difundía desde esa suave textura carnal la fuerza vital a todo el organismo. El hígado es en nuestra realidad, con su kilo y medio de peso y alojado bajo las costillas al lado superior derecho del abdomen, nada menos que el órgano más grande del cuerpo y una verdadera “fábrica química del organismo”, tal como se le ha bautizado.
El respetable calificativo nace del sin fin de las importantes funciones que cumple el hígado, fundamentales para la marcha normal del organismo, que son más de 600, según explica el gastroenterólogo Saturnino Fernández, presidente de la Sociedad Venezolana de Gastroenterología. Cabe mencionar algunas, como su labor de desintoxicación y limpieza (elimina tóxicos de la sangre), regula la glucosa sanguínea -almacenando el excedente y liberándola si baja su nivel en el torrente-, regula también el paso de sangre que va al corazón, produce bilis y enzimas para digerir las grasas y absorber vitaminas, metaboliza las proteínas y grasas, procesa hormonas y elimina bacterias provenientes del intestino.
Pero el hígado como se sabe es víctima a veces de enfermedades que alteran su estructura y funcionamiento. Uno de los trastornos poco difundido y que casi no da síntomas es el hígado graso no alcohólico. Cuando se presenta en su forma no complicada y reversible denominada Esteatosis simple, no reviste gravedad y se puede eliminarse con dieta y ejercicios.
Si se deja sin tratamiento a su libre albedrío puede evolucionar a Esteatohepatitis caracterizada por inflamación y fibrosis del tejido hepático, y una patología de graves consecuencias. Saturnino Fernández, quien además es docente de la Consulta de Hígado del Ambulatorio Docente del Hospital Universitario de Caracas (0212-60.67.148) que atiende al público los días miércoles, revela que la Esteatosis simple, afecta al 21 % de la población atendida en ese centro, y hasta el 10% de esos pacientes, se encuentra en riesgo de Esteatohepatitis no alcohólica.
RIESGOS COMPROBADOS
“Si bien el hígado graso se ha reconocido como un riesgo en personas adictas al alcohol -de hecho el 30% adolece de fibrosis avanzada en el tejido hepático-, fue recién a comienzos de la década del 80 que se describió esa enfermedad entre quienes no beben o ingieren menos de 20 gramos diarios de alcohol, bautizándola como Esteatohepatitis no alcohólica.
 
El especialista apunta que mientras sólo un mínimo porcentaje, el 2%, de quienes almacenan más grasa que lo normal pueden llegar a largo plazo a desarrollar cirrosis, esa temible enfermedad surge en el 28% de los casos de esteatohepatitis ya instalada, que además de grasa, presentan fibrosis e inflamación. Se trata de personas que están también bajo el riesgo de insuficiencia hepática y carcinoma hepatocelular. La cirrosis es una enfermedad irreversible y afortunadamente poco frecuente, que surge como resultado de patologías crónicas del hígado -como es la esteatohepatitis alcohólica y no alcohólica y algunos tipos de hepatitis como la C y la B- distorsionándolo con nódulos fibrosos que alteran totalmente su funcionalidad
¿Cómo detectar temprano la alteración y evitar su progresión? El médico especialista atento a la presencia de indicadores de riesgo ordena una ecografía de hígado y el examen de laboratorio del perfil hepático, reveladores del trastorno y el nivel de transaminasas, y cuenta con medios para establecer el grado de daño producido. Fernández advierte que siempre es necesario investigar sobre el trastorno cuando el paciente presenta hígado agrandado, lipidemia, si miden más de 100 centímetros de cintura en el caso del hombre y más de 80 en la mujer, o patologías previas de diabetes 2.
El porqué
Un alto porcentaje de personas aquejadas del hoy tan extendido síndrome metabólico -asociado a obesidad, altos niveles de colesterol, triglicéridos y a diabetes tipo 2- es portador de hígado graso, como también quienes presentan fallas en la utilización de la insulina, hormona que regula la entrada y consumo de la glucosa y la captación de grasa en diversos tejidos, como es el caso del síndrome de resistencia a la insulina.
A menudo el hígado graso se acompaña de otras enfermedades hepáticas a las cuales se superpone, como hepatitis de origen viral o autoinmune y enfermedades de la tiroides entre otras, que deben ser diagnosticadas y tratadas por especialistas. Fernández sindica además como posibles causantes del trastorno calificado como multifactorial, la exposición a toxinas ambientales y la ingesta de algunos fármacos y drogas, alertando contra el consumo de medicamentos naturales de dudosa elaboración que entre otros efectos indeseables como arritmias e insomnio, aumentan las transaminasas y hasta producen insuficiencia hepática.
Según el gastroenterólogo, tanto la simple acumulación de grasa en el hígado como la esteatohepatitis se relacionan en forma muy estrecha con la epidemia de obesidad presente hoy en todo el mundo, con el sedentarismo o falta de movilidad que constituye un rasgo típico de nuestra sociedad y, por supuesto, con el exceso de grasas y carbohidratos de la comida rápida y de algunos productos que abundan en la mesa actual, que al ser liberados en el hígado son convertidos en ácidos grasos.
A moverse
Saturnino Fernández menciona que el hígado graso ha aumentado también en los niños en forma paralela a la obesidad infantil por los malos hábitos de la vida actual, y “los pediatras deben conocer, al igual que los nutrólogos, hepatólogos, endocrinólogos y gastroenterólogos los indicadores de síndrome metabólico y esteatohepatitis de sus pequeños pacientes”
Si bien cuando la enfermedad ha progresado a una etapa de fibrosis avanzada es indispensable someterse a tratamientos basados en medicamentos con capacidad para disminuir esa condición y frenar su evaluación, es esperanzador saber que cuando se trata de esteatosis simple, una discreta pérdida de peso del 5 al 10% con dietas balanceadas establecidas por el especialista con la asesoría de la nutricionista mejora generalmente el cuadro: se puede lograr la baja de transaminasas y hasta de la inflamación de las células hepáticas. El milagro lo hacen las dietas y el ejercicio.
Destaca la importancia capital del ejercicio y movimiento físico en general. Es excelente, afirma, “no sólo moviliza y disminuye los ácidos grasos a nivel de los tejidos adiposos y musculares, ayuda a su metabolización hacia la glucogénesis y mejor utilización en el hígado, y mejora además la sensibilidad a la insulina disminuyendo así la demanda de esa hormona al páncreas”.


EL EXPERTO RECOMIENDA
¿Qué cuidados debemos considerar en nuestra dieta?
Gastroenterólogo, Saturnino Fernández
“Se deben evitar siempre las dietas locas que favorecen la aparición de la patología, mientras la pérdida de peso no debe ser mayor a una o dos libras por semana. El plan alimentario es evitar las comidas ricas en azúcar, harinas, grasas saturadas y bajas en fibra. Aunque los triglicéridos, los más importantes componentes del hígado graso, nacen del consumo de azúcar y harinas, los carbohidratos no se deben suprimir del todo, porque el organismo echa mano de lo que le llega y lo almacena. Es bueno tener presente que comer fuera de casa impide el control de calidad de los alimentos”.
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